sábado, 14 de enero de 2012

Comentario: UN LIBRO, ZEITOUN

Un libro... ZEITOUN
Quiero hablar de la historia de Abdulrahman Zeitoun. Quizá porque ha hecho que recordara una vez más los sentimientos e impresiones, encontradas a veces, que he vivido en EEUU, guardo este libro siempre cerca y sobretodo a la vista, para no olvidarlos.

Se trata de hechos reales que acontecieron durante el verano y otoño de 2005, cuando el huracán Katrina golpeó el Golfo de México, causando la posterior ruptura de los diques de sujeción en Nueva Orleans, una ciudad que conozco bastante bien, ya que tuve la oportunidad de estudiar allí parte de mi primera carrera.

Para ponernos en situación, Zeitoun es un ciudadano estadounidense, musulmán, de origen sirio. Por cómo narra su historia, uno puede percibir que es de esas personas que irradian la tolerancia y tranquilidad de quien ha visto mucho mundo, de quien es sabedor y transmisor de la enorme diversidad que hay en el mundo, y a la vez de cuánto nos une a todos y de cómo, al final, todos somos tan iguales dentro de nuestras diferencias. De joven, trabajó en barcos, lo que le permitió viajar y finalmente afincarse en EEUU, donde acabaría casándose con Kathy, nacida en la ciudad de Baton Rouge, y con quien tendría cuatro hijas y formaría su negocio de reformas del hogar.

Con un argumento que engancha desde la primera página (quizá porque la cercanía de los personajes te hace pensar que podrías ser tú), Zeitoun va hilando la serie de casualidades que le llevaron a quedarse en su ciudad tras la llegada del huracán. Kathy y las niñas refugiadas, como tantas y tantas personas, en localidades cercanas y no tan cercanas a Nueva Orleans, Zeitoun permanece en su casa con el fin de proteger ésta y su negocio y ayudar a los vecinos que, como él, han permanecido allí. Después de dos días de apasionante aventura, con la ciudad ya inundada, en los que Zeitoun, en su canoa, recorre su barrio socorriendo a sus conocidos, vecinos y mascotas del barrio, comenzará su peor pesadilla.
Como todos pudimos ver, horrorizados (al menos yo, sabiendo que gente a la que aprecio mucho estaba allí, atrapada), Nueva Orleans se convirtió en muy pocos días en un lugar extremadamente peligroso (si bien, hay que decir, ya lo era antes) debido a los saqueos, robos y crímenes que podían ser cometidos en una ciudad temporalmente sin ley alguna.
Muchos seguimos el relato que nos ofrecían los medios de comunicación sobre lo que estaba pasando. Así supimos que las autoridades ordenaron una evacuación obligatoria y se desplegó un dispositivo de seguridad propio de una situación de emergencia (con las dificultades que eso conllevó para el país teniendo en cuenta el número de soldados que en ese momento se encontraban desplegados en Irak).
Zeitoun nos ofrece la misma realidad, el relato de lo que ocurrió aquellos días, desde otro punto de vista. Nos cuenta cómo fue arrestado por la Guardia Nacional junto a otros tres compañeros por no cumplir con la orden de evacuación obligatoria. Nos explica cómo la fatalidad hizo que fuera llevado a la cárcel improvisada en la estación de Greyhound, cerca del centro de la ciudad, y de allí a la cárcel de St. Gabriel, donde permanecería 40 días, sin que se le permitiera ser atendido por un médico o llamar a su familia.


Su calvario se explica poco antes de finalizar el relato, cuando comprendemos que la actuación de las autoridades se debe a la activación de los protocolos de emergencia, motivados por la creencia de que el país es especialmente vulnerable ante catástrofes naturales a la actuación de los terroristas y especialmente del terrorismo islamista. Si a esto sumamos, el contexto político internacional de 2005, la fatalidad o la suerte que puede implicar el hecho de que quien aplica la ley no es más que una persona, como tú y como yo, con sus errores y sus aciertos, y la circunstancia de que Zeitoun es musulmán y de origen sirio, podemos entrever, con temor, lo que va ocurriendo a cada vuelta de página del libro.
Con todo, la historia de Zeitoun despierta en mí muchas impresiones vividas durante mi época en EEUU. En Europa, y especialmente en España, hay muchos con una facilona tendencia a criticar a los “yanquis”, a quien atribuyen una serie de despectivos calificativos que a menudo pienso no son fruto ni de la experiencia ni de la reflexión, sino de ese discurso “anti-imperio” que a menudo se nos inyecta en la adolescencia. Sin entrar a valorar aspectos de la política exterior de a quien se le considera el hegemón mundial desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, hay dos cosas que me llevo de mis dos años en EEUU (uno en Kansas y otro en Nueva Orleans). Vaya por delante que no me gustan los estereotipos y que, al mismo tiempo, reconozco que si existen por algo es. Esas dos cosas, que tanto me gustaron y marcaron de los estadounidenses que allí conocí, son: por un lado, su curiosidad hacia el extranjero, hacia lo diferente, sus ganas de oir cómo es que hacéis las cosas por allí, por tu país... ¿cuántas veces me lo habrán preguntado? Y siempre pude contestar con la certeza de ser escuchada. La otra, es la tranquilidad, o al menos eso me pareció, con la que convive la diferencia. La cantidad de iglesias de diferente “madre”, de colores, acentos y en definitiva modos de vida que pude ver allí.

A pesar de ello, en un país que se formó de la diversidad acogiendo a gentes de todo tipo y procedencia, durante los últimos años hemos podido ver cómo acontecimientos políticos se han utilizado en detrimento de la privacidad del ciudadano y, bajo el pretexto de la seguridad nacional, en ocasiones se ha conseguido la inseguridad del ciudadano... y han acabado ocurriendo atropellos como el vivido por Zeitoun, que podía haber sido tú o yo, que podíamos ser cualquiera. 

(El libro se titula Zeitoun). 


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